
Bueno, ¿qué les puedo decir?, sigo con una crisis de felicidad incontenible... solo que no la comparto con nadie y parece que me la quedara yo solo.
El Sr. Marcos Nosequé Quintero, un primo, vino a visitar a sus tías, que también son mis tías, acá, a la ciudad capital. Tuvimos la oportunidad de salir por un transcurso no mayor a las dos horas porque, decidí abandonarlo en el centro comercial. ¿Las razones? Bah, estaba mejor sin mí. Pero en el transcurso de ida al famoso establecimiento, en el metro, entró una de las mujeres de mi vida. ¿Su nombre? No tengo idea. Tenía una dulce semejanza con Franca Potente en su mejor expresión alemana. Tenía la cabellera corta, rojomoradiza (¿qué tal?), de piel imperceptiblemente morena (o más bien blanca, pero levemente quemada por el sol...¡¿a quién engaño?!¡blanca, blanca!), con una franela negra con un dibujo perfectamente definido, un pantalón con abundantes bolsillos ni corto ni largo que le llegaba a un punto entre los pies y las rodillas (he oído que les llaman 'pescador'), ¿su estatura? unos cinco centímetros más chica que yo, y no tenía maquillaje facial... no sé por qué motivos no me fijé en sus uñas, pero bueno...
Yo me senté junto a una ventana y, en alguna estación, ella sentose junto a mí. Era mi gran oportunidad para decir lo que nunca le he dicho a una fémina en Caracas. Tragué, cerré los puños por si tenía a algún rufián de acompañante (de esos malandrines que les gustan a las mujeres contemporáneas), y, temeroso...
-¡Holap!, dije.
Me había atrevido. Prueba superada. ¡Le dije hola, le dije hola, le dije hola! No me lo podía creer...jajajaja... ¿Y?, se dirán Uds... bueno... eso es toda una hazaña para mí. En Mérida lo hago con suma regularidad, pero no aquí. Me han advertido que no lo haga. Me gusta ver qué gesto ponen las mujeres cuando un extraño les saluda. Unas, ni miran a ver (¿este gallo qué se creerá?, pensarán), otras, contestan (sin mirar, tampoco: 'contestémosle, es bueno para su salud mental', creerán), las más, solo voltean a ver quién soy y no dicen nada, y las menos me miran (¡sin desprecio!) y dicen 'hola' sin saber quién diantres soy, pero en son de paz.
-Hola, contestó.
¡Contestó! ¡Me dijo hola, me dijo hola, me dijo hola!... jajajaja... ¿en qué forma me lo dijo? Sin mirarme. Pero fue suficiente. Ya de aquí hacia adelante, a decirle 'hola' a cuanta fémina se me atraviese...¡como en Mérida!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario