sábado, 27 de enero de 2007

Él sacó la bañera...




Él sacó la bañera, quitó un palo macizo que estorbaba, y la centró en la sala, que era una falsa prolongación de la única habitación existente. Sintieron así que las paredes del baño no los sofocarían ni les daría la triste sensación del encierro; luego ella se despojó de sus ropas, sin el religioso pudor que tienen las señoras mayores, y se metió en la bañera esperando, quizás en vano, que esto la relajara.

Su acompañante, un sujeto alto no mayor de treinta años, cuya apariencia contrastaba con la de ella, estaba vestido de negro y vigilaba a la cabecera de la bañera, cruzando solo las palabras necesarias, y evitando mirar las largas cicatrices que escondía esta mujer, que adornaba, con cierto orgullo, su cuerpo esquelético.

-Estoy de acuerdo. No ha sido suerte, respondía él alguna aseveración, casi sin haberla escuchado y sin ganas de entenderla.

Él estaba pensando en cómo una mujer podía vivir tranquila, oculta en moteles eventuales, después de haber hecho tanto daño, después de haber visto tanta sangre de tanta gente. Inconcebible.

-Alguien le paga. Alguien le da dinero, se decía a sí mismo, mintiéndose, tratando de justificarse las noches de persecución, los nombres falsos, el incestuoso amor, la pobreza moral…

De pronto, de golpe, irrumpieron hasta cuatro hombres en la habitación, elevando voces e insultos, porque al fin los habían encontrado.

Ella se irguió de la bañera, cruzó un brazo sobre su pecho y otro sobre su sexo, en una repentina manifestación de vergüenza, e intentó ocultarse tras su oscuro acompañante, éste dió dos abismales pasos hacia atrás, marcando el inicio del abandono. Ella se deslizó nuevamente dentro de la bañera esperando la muerte inminente en manos de sus invasores.

Él miró el palo que hacía rato había movido, y sin terminar de mirarlo, lo cogió. Sus amenazantes verdugos quedaron, pese a su superioridad numérica, detenidos un instante: un instante suficiente.

-…¡Me ha hecho más daño a mí que a todos Uds!, dijo, mientras impactaba en la espalda de la mujer un golpe fulminante, y tras este, otro, y otro…al tiempo se le escapaban unas lágrimas, quizá por estar cometiendo su primer asesinato, quizá por saber que no podía huir de su cercana muerte, o quizá por experimentar ese alivio necesario...

miércoles, 17 de enero de 2007

Y LE DIJE HOLA...

¡Hola tíos!

Bueno, ¿qué les puedo decir?, sigo con una crisis de felicidad incontenible... solo que no la comparto con nadie y parece que me la quedara yo solo.

El Sr. Marcos Nosequé Quintero, un primo, vino a visitar a sus tías, que también son mis tías, acá, a la ciudad capital. Tuvimos la oportunidad de salir por un transcurso no mayor a las dos horas porque, decidí abandonarlo en el centro comercial. ¿Las razones? Bah, estaba mejor sin mí. Pero en el transcurso de ida al famoso establecimiento, en el metro, entró una de las mujeres de mi vida. ¿Su nombre? No tengo idea. Tenía una dulce semejanza con Franca Potente en su mejor expresión alemana. Tenía la cabellera corta, rojomoradiza (¿qué tal?), de piel imperceptiblemente morena (o más bien blanca, pero levemente quemada por el sol...¡¿a quién engaño?!¡blanca, blanca!), con una franela negra con un dibujo perfectamente definido, un pantalón con abundantes bolsillos ni corto ni largo que le llegaba a un punto entre los pies y las rodillas (he oído que les llaman 'pescador'), ¿su estatura? unos cinco centímetros más chica que yo, y no tenía maquillaje facial... no sé por qué motivos no me fijé en sus uñas, pero bueno...

Yo me senté junto a una ventana y, en alguna estación, ella sentose junto a mí. Era mi gran oportunidad para decir lo que nunca le he dicho a una fémina en Caracas. Tragué, cerré los puños por si tenía a algún rufián de acompañante (de esos malandrines que les gustan a las mujeres contemporáneas), y, temeroso...

-¡Holap!, dije.

Me había atrevido. Prueba superada. ¡Le dije hola, le dije hola, le dije hola! No me lo podía creer...jajajaja... ¿Y?, se dirán Uds... bueno... eso es toda una hazaña para mí. En Mérida lo hago con suma regularidad, pero no aquí. Me han advertido que no lo haga. Me gusta ver qué gesto ponen las mujeres cuando un extraño les saluda. Unas, ni miran a ver (¿este gallo qué se creerá?, pensarán), otras, contestan (sin mirar, tampoco: 'contestémosle, es bueno para su salud mental', creerán), las más, solo voltean a ver quién soy y no dicen nada, y las menos me miran (¡sin desprecio!) y dicen 'hola' sin saber quién diantres soy, pero en son de paz.

-Hola, contestó.

¡Contestó! ¡Me dijo hola, me dijo hola, me dijo hola!... jajajaja... ¿en qué forma me lo dijo? Sin mirarme. Pero fue suficiente. Ya de aquí hacia adelante, a decirle 'hola' a cuanta fémina se me atraviese...¡como en Mérida!

martes, 2 de enero de 2007

Un reclamijirijillo


Hace veinte años mi madre me dijo que este año -1987- comenzaba a estudiar. Lo recuerdo perfectamente. Yo estaba en el patio de nuestro (ex)hogar en Margarita, jugando.

También hace veinte años mi madre me dijo que iba yo a tener una hermanita (soberbio demonio que resultó ser esta hermanita mía).

También en aquella época despreciaba mucho el treintaiuno de diciembre. Lo despreciaba porque no me dejaban dormir. A las nueve pe eme ya tenía sueño.

Veinte largos años después -2007-, me irrita que nadie me haya escrito ni un miserable correo de -ni esos que se reenvían- para decir que 'me' desean un venturoso y próspero año nuevo. No. Nada. Ni uno. Vaya. -Es solo un reclamo que tenía que hacer en algún lado. Nada personal.-

Gusto suponer que todos la pasasteis muy bien el trentaiuno. Gusto suponer que os embelesasteis, como yo, mirando el cielo en Mérida (o donde sea que estéis...)

Yo deseo que para este dos mil siete haya mucha felicidad, es lo más que pido, felicidad. Con la felicidad y los no enojos se consigue mucho.
Pasadla bien y salud...