miércoles, 23 de julio de 2008

Diario personal: pag. 137

Una sola mujer es tu cuidado,
igual a las demás, pero que es ella.

JL Borges.

Ayer fui a mi trabajo desde temprano hasta unos minutos antes de las 12 que tuve hambre y quise ir a comer a mi hogar. En eso, Arturo* me llamó pidiendo vernos para comer junto con Antonella. Yo, como no soy difícil, accedí.

Comimos en algún lugar y hablamos de tonterías amorosas: que si a Arturo se lo han vacilado, y que si Antonella no tiene futuro con ese tipo que ha conocido. La verdad no me importaba mucho. Yo estaba pensando, o no había dejado de pensar, en Lúthien y la noche de ése día.

Luego de comer, Antonella se fue y Arturo me acompañó a buscar dinero. Luego él también se fue y debo registrar en estas páginas que me contó alguna historia idílica que yo, ido, no le escuché.

Me fui al hogar y dormí un rato inconscientemente; inconscientemente porque no estaba en mis planes dormir. Valga decir que estaba lloviendo y estaba haciendo frío. Yo, me medio-arreglé; vi alguna especie de telenovela que transmiten y, justo antes de las 4, me fui hacia la facultad. Justo antes de las 4 porque tengo clases a las 4.

Algunas tonterías que no son dignas de escritura sucedieron hasta que comenzó la clase. Antes de comenzar la clase vi a Lúthien; discreto, me pareció notar que estaba más estilizada; discreto, me pareció notar que se había alisado más la cabellera; triste, noté que portaba una exquisita combinación: una cosa negra corta en la parte de arriba del cuerpo, y sobre esta, un suéter pequeño: ninguno de las dos prendas cubría totalmente el torso pues dejaba ver algo de la piel de su pancita; el pantalón era blanco -quizás debía tener menos arrugas- y el calzado era elevado pero permitía ver todo el pie.

Estaba, para los tristes ojos del enamorado, más hermosa; o talvez no era sino una mujer más, medianamente arreglada, o ni eso...


(*) Algunos nombres, locaciones y adjetivos han sido cambiados para resguardar personales integridades.

jueves, 17 de julio de 2008

Decidle al súbdito que haga su entrada...




A Lisbeth Mora...




--Decidle al súbdito que haga su entrada...


--Su Alteza, le confío
un imperioso deseo que me acecha:


El aburrimiento, junto al hastío,
tienen montada, en mí, notable fiesta, y
por tanto, solicito:


saber si no estará Ud. requiriendo
a un constante individuo
para hacer diligencias
en otros pueblos, lejos de este sitio,


o alguien que quiera escudriñar la fuente
de inspiración de los poetas místicos,


o que haga malabares con pinitos
en medio de la calle y
que sea admirado por grandes y chicos


quiero saber si Ud. no necesita
un súbdito más íntimo
alguien que le convoque la alegría
cuando esta se haya ido
o que se entretenga haciendo monadas
para creer que está vivo


¿no querrá, en fin, mi Reina y Soberana
la pueril distracción de mis servicios?