martes, 4 de marzo de 2008

El peluche


a los hermanos MAA y JJD

Por fin.

Luego de un breve discurso, de manos frías y temblorosas, el pequeño Miguel hizo petición formal, con todas las palabras mínimas de la ley escolar, a su pequeña amada.

La amadita, que había ensayado incluso el tono del 'sí' -sus amigas le habían advertido de la inminente petición de Miguel-, respondió, con segura y preestablecida indecisión: 'sí... seré tu novia'.

Muchas de las cosas imaginadas por Miguel eran ficticias -incluyendo algunos relatos de algunos muchachos de grados superiores. Pero lo que no era ficticio eran sus ganas inexplicables de complacer a su amadita.

La colmaba de chúcheres, regalos e inocentes caricias. Millonarios de inventos y de divertida comprensión.

Pero todo debía acabar.

Sucedió que hubo intriga por un alumno de otra sección. O talvez era una alumna. Hubo mentira. Hubo engaño. Hubo envidia y ganas que los dulces novatos, terminaran su relación.

Y terminaron.

La escena de la ruptura, inolvidable.

-Yo no te quiero ver más ¿oíste?, dijo ella, con la tierna voz en alza.
-Yo tampoco te quiero ver más, respondió él, y es más, añadió al tiempo que la voz subía de tono: ¡devuélveme mi peluche!

Se trataba de un indudable tierno peluche que él le había obsequiado días atrás.

Y hoy, niños grandes, cuando se ven:

-Tonto.
-Tonta.

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