miércoles, 29 de agosto de 2007

Perrito azul



-Mi perrito azul sabe:
dialogar con los ogros,
capturar dinosaurios,
defenderme de monstruos
en la noche cerrada,
alejar de mí a El Coco


y, cuando estoy durmiendo
protegerme de todo
contándome una historia
que solamente yo oigo...


-Ma... ¿por qué yo no tengo
un perrito azul?

viernes, 17 de agosto de 2007

Historias familiares (I)


Mi Tía le estaba relatando una ornamentada historia a un visitante inesperado. La historia era calculada, premeditada, y daba la fría sensación que las posibilidades que sucediera eran remotísimas.

--Sí, yo la entiendo, señora, decía su interlocutor.

En el tercer sofá de la sala, tras una revista fantástica de amplios dibujos y muy escasas palabras, sumergido en un mundo magnificado por dicha de la preclara infancia, estaba mi primo: testigo silencioso de la conveniente historia de su madre.

--Como le venía diciendo, puntualizaba, fui ayer a su casa, en horas de la mañana, para pagarle el dinero que me prestó, pero no encontré a nadie allí... y tuve que gastarlo... creo que le voy a tener que pagar la próxima semana...

La expresión del hombre luego de oír esta explicación no tenía otro nombre: incredulidad.

Mi primo, con ligeros movimientos, dejó reposar su revista en el sofá y se levantó, alarmado, sorprendido por la historia de su madre y se interpuso entre aquellos dos:

--Pero mamá, dijo mientras señalaba a su madre, extrañado, si tú no saliste ayer a ninguna parte ¿por qué le dices al señor que fuiste a su casa?



***


Mi primo me cuenta esta historia 13 años después del incidente.

jueves, 16 de agosto de 2007

Alicia

Mi primer contacto con Alicia -descontando las múltiples referencias que nos llegan por la televisión- fue por medio del libro Introducción a la programación en C, de Andrés Marzal e Isabel Gracia, de la Universidad Jaume I, en un curso de computación. (Curiosamente, en el primer capítulo, se lee un epígrafe que no se corresponde con el primer libro de Alicia, sino con el segundo, A través del espejo). El cuidado tipográfico que tuvieron Marzal y Gracia con el texto reflejado en el espejo, hizo que surgiera el interés por esta obra.

Ahora que he tenido la oportunidad de leer este libro maravilloso, lo recomiendo ampliamente por muchas cosas.


El libro tiene un comienzo fenomenal, familiar, y educativo.


En el primer párrafo Alicia se pregunta por qué su hermana lee un libro que no tiene imágenes, ni diálogos. ¿Un libro de texto? Quizás ¡Pero cuántas veces no nos han visto nuestros menores con ojos de horror cuando leemos un libro de matemáticas!


En este razonamiento, Alicia, manifestado en su subconsciente, se escapa de tal aburrimiento hacia un mundo mágico y grandioso: un mundo subterráneo, como bien esbozó Carroll en sus comienzos.

Pero no nos confundamos. No hablamos de aquella magia orientada, magia en boga propia del Sr. Potter, en la que una varita mágica, una poción, o un hechizo, resuelven, disuelven o crean toda la atmósfera. No hablamos de magia antigua, con una larga mitología interna y cosas así.

No: estamos hablando de un lugar donde todo parece irreal, y en el que Alicia poco después de llegar, se siente parte de él y ya no se sorprende de tantas irregularidades. Incluso podemos leer que toma confianza de forma rápida, al charlar airadamente con la Duquesa y Reina de lugar, pese a las constantes amenazas de cortarle su cabeza; temor palpable en el Conejo Blanco, y en Los Jardineros Pintores.

Se dan en el libro muchas alusiones. Algunas que pude notar:


Alicia, al tratar de hablar con el Ratón, lo hace imitando las declinaciones de la gramática latina.


¡Río al pensar cómo esta niñita, en su vida real, estudiaba practicando la endemoniada tercera declinación de ratón: mus, mus, muris, muri, murem, mure..! (Algo, sin duda, insufrible).


También por ese mismo momento, le pregunta, al Ratón, en francés:

-Où est ma chatte?

(¿Dónde está mi gata?) ¡Brillante! La inocencia de Alicia es tal, que para entablar conversación con un ratón lo hace preguntándole por su gata, la querida Dinah; su francés, es producto también de los estudios de la pequeña Alicia, un francés que, estamos seguros, no era muy avanzado.


Tiempo después, cuando tenía una conversación con una tortuga, aquella le explicaba que ellos tenían, en sus materias de estudio, diez horas de lecciones la primera vez, nueve la segunda lección, ocho la tercera lección, y así. Por eso son llamadas lecciones (lessons), explican, porque ellas son disminuídas (lessen) día tras día. La gracia se disuelve al ser traducida al castellano, pero la genialidad, es indudable.

La extravagancia llega a un momento capital cuando Alicia se ve involucrada en una carrera con reglas vagamente definidas. Se ve casi superada con la transformación del bebé de la Duquesa y es dibujada con un juicio a la pobre Alicia en la que no tenía idea que era una testigo importante.

Con relación al autor, ha habido mucho escrito sobre él.


JL Borges cita fragmentos del segundo libro de Alicia en Libro de sueños, el mismo fragmento es recogido por Borges, Bioy Casares, y Ocampo en Antología de literatura fantástica y además se le dedican unas palabras, al autor, Lewis Carroll, en Introducción a la literatura inglesa, en un trabajo conjunto de Borges y Vázquez. Citas que son pequeñas al lado del mar de información y especulación que podemos hallar en un par de horas de buceo en la web.


Personalmente creo que se ha opacado un poco la figura de Carroll por sus posibles tendencias pedófilas.


El sensacionalismo actual no se ha quedado atrás. Recientemente se hizo una película sobre Alicia, y algunas personas consideraban que inducía al consumo de drogas. Me contento al suponer que la gente que tan felizmente opina esto no sabe que en esa época el opio en Inglaterra era tan común como el tabaco en nuestros días. ¡Tal vez en unos doscientos años el tabaco suene a oídos de los contemporáneos como el opio a nosotros!


Carroll, era un tipo reservado, silencioso, con algunos traumas; entre ellos, una severa tartamudez que le hacía temerle a las burlas de la gente, cuestión que aliviaba al buscar la amistad de los niños. Esta amistad se vio enturbiada por muchos comentarios hechos a raiz de su otra pasión: la fotografía.


Note el lector, para finalizar, con la siguiente muestra, el porqué algunos padres, desconfiaban de la amistad que Carroll tuvo con las hijas de sus amigos.



Después de todo, Carroll había escrito Alicia inspirado en Alicia Liddell: una niña con la que siempre se ha dicho que el autor tuvo una experiencia amorosa.